viernes, 21 de noviembre de 2008

Va un cuentito para retomar el blog

La libélula

Se movía por el amplio salón como si patinara. No, no, más bien caminaba tan rápido que parecía que flotaba, pero al ras del suelo, si, eso es, un fantasma yendo de aquí para allá, buscando sin encontrar, siempre nerviosa, frágil, muy delgadita. Casi todo el tiempo estaba moviéndose pero sin hacer nada. Ximena, así se llamaba.

A mi Hermana y a mi nos gustaba verla a través de los barrotes de la escalera. Comenzábamos desde arriba. Era como mejor se veía, un animalito volando. Bajábamos de poco a poco para verla desde diferentes ángulos, procurábamos que no nos descubriera. A veces sentía nuestra presencia y giraba la cabeza, lo hacía tan rápido que su negra melena se le pegaba al rostro. Sus ojos eran enormes, hermosos, pero cuando se asustaba los abría tanto que parecían de camaleón.

Lo divertido era escondernos antes de que se diera cuenta, eso era un reto. La mayoría de las veces lo lográbamos, pero, cuando nos atrapaba su mirada, nos bajaba la euforia de inmediato, nos daba más pena que temor porque se ponía muy mal. Se paralizaba y se quedaba ahí paradita, llorando, haciendo berrinche, golpeándose los muslos hasta que llegaba papá a calmarla.
No sentíamos celos, solo pena de verla así y bueno un poco de culpa, pero no podíamos evitar espiarla. De las esposas de papá que habían pasado por la casa, esta era la más rara, aunque tenía un encanto especial.

Cuando paraba de correr o más bien de deslizarse, solo podía estar sentada, no podía caminar si no lo hacía rápido. Así tranquila, nos contaba historias de cuando vivía en su casa del lago; de los peces de colores, de los lirios que crecían, de cómo se la pasaba jugando en el campo y nadando en la laguna. Así es como más nos gustaba, se le endulzaba el rostro, sus ojos brillaban y se le ponían de un color azul obscurito cada que recordaba su lago. Aunque eso era en raras ocasiones.

Si no fuera por su nerviosismo hasta la hubiéramos adoptado de mamá.
Por eso, mi hermana y yo decidimos darle de la agüita esa que las duerme; pobre, de todas formas no iba a durar mucho lejos de su laguna. A ver si ahora sí mi papá nos encuentra una mamá normal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si fuerte!! es bueno eh!!! con "un mucho" de verdad!! jejeje, saludos